
Caminaba entre los árboles mientras la tenue luz del sol se filtraba por entre las ramas de los árboles, haciendo de este un clima perfecto para meditar. Venía seguido, podía estar sola, tranquila, sin que nadie influyera en sus pensamientos; el pensamiento puro, eso quería ella. Se sentía flotar entre la fina brisa, siguiendo el sendero que la llevaría al claro y al punto central de aquel recorrido. Llegar al claro sería llegar a la paz total y orden de sus pensamientos. Era un bosque armonioso y luminoso, parecido al de las películas, pero sin aquella pareja de enamorados corriendo por entre los árboles jugando a las escondidas.
Todavía no había ningún hombre en su vida, pero a ella eso no le importaba, porque sabía que estaba esperando al indicado. Siempre, desde pequeña, le habían inculcado que las cosas llegan a su debido tiempo… bueno, aún no había llegado el momento de tener un hombre a su lado, no había llegado el tiempo de encontrar al amor. Sin embargo, había un muchacho, uno que la hacía sentirse en otra parte diferente, lejos de sus compañeros, lejos de todo. Alguien que la hacía sentirse única con solo una mirada. No sabía que hacer, hasta que aquel muchacho se acercó a ella y le hizo sentirse fuera de este mundo, fuera de todo…lejos….aceptó su propuesta. La salida sería ir a caminar solo un rato por el Central Park, solos sin la compañía de sus compañeros. Cuando él se le declaró, ella no sabía que hacer…pero su mente le dijo lo siguiente: por esta noche solo él y su mano junto a la tuya. Y así lo hizo, tomó su mano y le dio un pequeño y tímido beso en los labios.